La bonanza del oro en Bolivia: entre la asimetría y el dejar hacer – Primera parte

Por: Alfredo Zaconeta Torrico

Contrario a lo que se esperaba, este aumento, provocado por el nuevo superciclo de materias primas, se tradujo en una variedad de conflictos sociales, medioambientales y económicos. Lejos de motivar un rol efectivo del Estado o de atraer la inversión privada extranjera para su aprovechamiento, este escenario masificó y consolidó al sector minero cooperativo, dedicado sobre todo a la explotación de oro, en desmedro del Estado y las regiones productoras. Paradójicamente, esta explotación es fomentada por el mismo gobierno de turno, porque tiene en el sector minero cooperativo un aliado político estratégico. En ese contexto, la Amazonia cobra importancia por ser una fuente de riqueza disponible para ser explotada, aunque muy pocas veces se consideran los efectos negativos de su devastación.

En la actualidad, la Amazonia boliviana se enfrenta a procesos e intervenciones que involucran a los principales sectores económicos. En la región, se promueven cambios demográficos que se expresan en la creciente urbanización y desarrollo de ciudades amazónicas intermedias, como también se impulsan cambios normativos, que repiten las tendencias de los países vecinos.

Las actividades económicas que se están imponiendo en la Amazonia boliviana, como la cadena de explotación y comercialización de oro, se desarrollan en un marco de escasa información, donde predominan los operadores mineros cooperativistas, en un contexto entre legal e ilegal, que limita la información económica, social y ambiental de esta región.

La explotación de oro en Bolivia data de hace varios siglos, se remonta al período prehispánico y se mantuvo en la época colonial, concentrada en lo que actualmente es la provincia de Larecaja, en el departamento de La Paz. actualmente, esta explotación se extiende por el río Madre de Dios hasta llegar a los departamentos de Beni y Pando.

El potencial aurífero de esta zona fue un punto de atracción en la República, particularmente a inicios del siglo XX con la presencia del capital extranjero como la Bolivian Gold Exploration (BOLGO) y posteriormente con la Compañía Minera Aramayo.

La presencia privada en la zona fue reducida tras la nacionalización de las minas en 1952 y las operaciones mineras pasaron a manos de sociedades mineras y, con mayor énfasis, a cooperativas mineras, actores predominantes que se multiplican hasta la actualidad, dentro del actual Estado Plurinacional, con un rol protagónico en los últimos años.

A partir de este fenómeno económico, la explotación, comercialización, exportación y tributación del oro se intensificaron en la Amazonia, dejando muchos debates e interrogantes más que satisfacciones.

Este fenómeno extractivista aurífero en Bolivia, se da en un contexto de retracción económica, contracción del empleo, asimetrías jurídicas, pobreza y desigualdad, que profundiza la cadena de explotación en condiciones precarias y vulneración de derechos.

A partir de 2010, la explotación de oro en Bolivia se tradujo en conflictos de interés entre los diversos actores por el acceso a las rentas y los espacios de explotación, pasando incluso por encima de los derechos de los pueblos indígenas y las áreas protegidas. También derivó en la proliferación de la minería ilegal, el contrabando, la subvención y la especulación en el precio de los combustibles, los conflictos ambientales, la presencia ilegal de capital extranjero e, incluso, el lavado de dinero.

Según el último reporte del Consejo Mundial del Oro (WGC) de 2019, Bolivia se ubicó entre los 50 países con mayores reservas de oro en el mundo, mientras que a nivel latinoamericano se sitúa en el quinto lugar. Bolivia detenta el 22,5% del total de las reservas (42,5 toneladas equivalentes a $US 1.802 millones).

El repunte del precio del oro en el mercado internacional, durante y posterior a la pandemia de Covid-19, permitió superar la barrera de $US 2.000 la onza troy (OT), hecho que motivó que en la gestión 2021 Bolivia logre su mayor producción histórica que alcanzó a 45,6 toneladas (T), con un valor de $US 2.626 millones.

En Bolivia, ocho de los nueve departamentos se dedican a la explotación de oro, sin embargo, solo dos de ellos destacan y concentran el 97% de la producción nacional: La Paz con 34.696 Kilos Finos (KF) (76%) y Beni con 9.650 KF (21%).

De esta producción, el 97,3% fue exportado al mercado internacional: 71% a la India, 15% a Emiratos Árabes Unidos, 5% a Turquía, 4% a Estados Unidos, 3% a Italia y el restante a Hong Kong y Canadá.

Como apunte al tema de exportación de oro, el escenario de países destino del oro boliviano cambió drásticamente en los últimos cinco años, puesto que hasta 2016, Estados Unidos era el principal destino del metal dorado con un promedio de 12 toneladas. Este cambio se debe a las exigencias de “Debida Diligencia” de parte del país del norte, para el cumplimiento del convenio de Minamata y la exigencia a sus países proveedores de la implementación de un Plan de Acción Nacional (PAN) para eliminar las peores prácticas y reducir e incluso eliminar el uso del mercurio.

Para 2021, las cooperativas mineras produjeron 42,8 T de las 45,6 T del total de la producción nacional, representando el 94%. Cabe anotar que, en la explotación del oro en los últimos años, el sector privado tiene una participación mínima del 6% de la producción nacional y la estatal con apenas el 0,04%.

Ante la falta de oportunidades de empleo formal en las regiones productoras, pobladores y extraños se insertaron en la explotación minera a través de las cooperativas mineras, particularmente de oro, en la mayoría de los casos en condiciones precarias, insalubres y sin derechos laborales. Uno de estos casos es el de los indígenas Tacanas en Ixiamas, que incursionaron en la explotación de oro.

Según cifras de la Gobernación de La Paz, el año 2010 habían registradas 459 cooperativas mineras auríferas en el departamento de La Paz; una década después, en 2020, el número de cooperativas registradas se incrementó a 1.300, donde se estimó que trabajaban más de 130 mil personas aproximadamente, cifra mayor a las 120.263 fuentes de empleo registradas por el Ministerio de Minería y Metalurgia ese mismo año. A 2020, nueve de cada diez empleos correspondían a la minería cooperativizada.

Esta proliferación de cooperativas también llegó hasta las regiones amazónicas de Beni y Pando que, según los reportes del Viceministerio de Cooperativas Mineras, en los últimos años marcaron su presencia como efecto de la explotación de oro. En el caso de Beni, las cooperativas legalmente establecidas a 2020 llegaban a 30, mientras que en Pando se tiene el registro de 4 cooperativas legalmente establecidas.

Este crecimiento acelerado de las cooperativas mineras tiene como principales motivadores a la Ley 356 General de Sociedades Cooperativas, promulgada el 11 de abril de 2013, la Ley Minera 535, del 28 de mayo de 2014, además del sostenido apoyo del gobierno con recursos económicos, normativas legales, asistencia técnica a través de las diferentes instancias de gobierno y el incremento de precios en el mercado internacional de minerales; empero, este crecimiento tiene efectos negativos, como la conflictividad social, particularmente en la amazonia boliviana, por disputas de espacios territoriales; la contaminación ambiental, la baja recaudación de regalías y la nula recaudación tributaria.

La bonanza en la producción del oro no guarda relación con los niveles de tributación a las arcas de los diferentes niveles del gobierno (nacional, departamental y municipal). En 2021 el valor de producción nacional de oro alcanzó a $US 2.626 MM y las regalías apenas fueron de $US 59 MM, vale decir el 2,2%.

El problema de esta baja recaudación radica en la Ley 535, promulgada por el gobierno de Evo Morales, que tomó los parámetros fijados por la Ley 1777, aprobada durante el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, que tanto criticó. “Parámetros” que no se pueden traspasar, y que están muy lejos de los actuales promedios de las cotizaciones de los minerales.

La Ley 1777 fijaba la alícuota de 7% para cuando el precio internacional del oro estuviera en un “techo” o superior a los $US 700 la OT, pero la cotización actual bordea los $US 1.800 la OT. Ese margen fue consolidado en la Ley 535, por el gobierno del MAS, en la que, además, las cooperativas consiguieron fijar una reducción de la alícuota a 2,5% para la producción de yacimientos marginales.

En la práctica, de este 2,5% que beneficia a las cooperativas mineras, solo pagan el 1,5%; considerando que quienes realizan la comercialización en el mercado interno pagan el 60% de la regalía, dejando el saldo del 1% al comprador.

Las cooperativas mineras, por su “condición social”, están exentas del pago del Impuesto sobre las Utilidades de las Empresas (IUE) y, como lo mencionamos, representan el 94% de la producción nacional de oro; vale decir que la explotación de oro en el país no paga IUE.

En la práctica, con la Ley 535 se estableció una normativa diferenciada con privilegios para algunos operadores, ergo, deriva en un régimen tributario asimétrico, provoca que muchos operadores privados camuflen su naturaleza para figurar como cooperativas y de esta forma eludir sus responsabilidades fiscales, laborales y ambientales.

Hasta acá queda evidenciado que en desmedro del Estado y la amazonia, los grandes beneficiarios son los cooperativistas mineros auríferos, los intermediarios y las comercializadoras de minerales, en un escenario donde urge la necesidad de replantear la actual normativa minera, particularmente del oro, por los bajos niveles de tributación que deja a las regiones mineras de La Paz y Beni, considerando que se trata de un recurso natural no renovable y que hasta hoy solo se ve traducido en contaminación ambiental y conflictividad social.

Continuará…

Alfredo Zaconeta es investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario – CEDLA

Publicado en: ANF, ERBOL, Brújula Digital, RIMAYPAMPA y Plataforma Energética

El Gobierno busca frenar con una ley la pérdida de dólares por la venta legal e ilegal del oro

El preciado mineral se contrabandea desde Perú a territorio boliviano para exportarse junto con la producción nacional a través de un esquema que merma aún más las RIN

Sobre llovido, mojado. A la presión que hay sobre las Reservas Internacionales Netas (RIN) se suma la pérdida de dólares que causa el negocio de la comercialización legal e ilegal del oro en el país, un problema que intentará frenar la nueva ley del sector.

Bolivia “no solo pierde divisas por el contrabando” de oro que ingresa de otros países, “sino también por las operaciones de comercio exterior que realizan las comercializadoras”, revela la exposición de motivos del proyecto de Ley del Oro de Producción Nacional destinado al Fortalecimiento de las Reservas Internacionales. 

En el documento, elaborado por el Ministerio de la Presidencia, el Ejecutivo reconoce que “existe una internación de oro proveniente de Perú de forma ilegal que se destina a la exportación por vías formales de Bolivia”.

El hecho se corrobora con datos del Instituto Nacional de Estadística que dan cuenta de que en 2020; por ejemplo, la producción nacional de oro fue de 11,3 toneladas (t), las importaciones oficiales de 0,1 t y el consumo interno de 0,1 t. Esto deja 11,3 t legales para la exportación. Sin embargo, en esa gestión, las ventas externas de oro sumaron 22,6 t, volumen que se alcanzó con otras 11,3 t identificadas como importación ‘subregistrada’.

Esta situación ocurre desde 2012, cuando el subregistro en las exportaciones alcanzó el 0,3%, el 45,7% en 2013, el 62,8% en 2014, el 44,6% en 2015, el 36,6% en 2016, el 13% en 2017, el 10,8% en 2018, el 22,3% en 2019 y el 50% en 2020.

Para Alfredo Zaconeta, investigador en temas mineros del Centro de Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla), el ingreso de oro peruano a Bolivia se debe principalmente a dos factores: a que en ese país hay una mayor presión tributaria para ese negocio y a que en los últimos cinco años se ha intensificado la represión a la minería ilegal, incluso con incautaciones de oro producido con el prohibido mercurio. 

“Para evadir todos esos controles, los operadores ilegales de Perú sacan su producción a territorio boliviano para venderla a operadores mineros nacionales”, que luego la declaran como oro de producción local, detalló.

Esta misma situación, apuntó, puede estar ocurriendo con el oro que se produce en Brasil.

Este medio solicitó a los presidentes de la Federación Regional de Cooperativas Auríferas (Ferreco), Eloy Sirpa, y de la Federación Nacional de Cooperativas Mineras de Bolivia (Fencomin), Octavio Ramos, información sobre al contrabando de oro que ingresa a Bolivia, pero ninguno de los dirigentes respondió a las consultas.

“Existe una internación de oro proveniente del Perú de forma ilegal que se destina a la exportación por vías formales de Bolivia”, indica el informe gubernamental.

El Anuario Estadístico 2021 del Ministerio de Minería y Metalurgia da cuenta de que las cooperativas producen el 94% del oro nacional. Del total de ese mineral, el 76% se extrae en La Paz (donde operan Ferreco y Fecoman), el 21% en Beni y el 1% en Pando, Cochabamba y Potosí, respectivamente, destaca el informe, que identifica como “producción de oro” las 23,2 t registradas en 2020. 

Cuestionado sobre el informe del Ministerio de la Presidencia, desde el Viceministerio de Política Minera se explicó que las estadísticas que presentan se basan en las declaraciones juradas de ventas internas que los productores —en este caso de las cooperativas— realizan en el Servicio Nacional de Registro y Control de la Comercialización de Minerales y Metales (Senarecom).
Esta declaración contiene información sobre la procedencia del mineral y otros detalles.

“No hay forma de verificar que hay oro de contrabando (…). Así como supuestamente entra de manera ilegal, igual sale, por las características del mineral —puede transportarse en los bolsillos— y porque nuestra frontera es demasiada amplia. No hay forma de controlar”, informó la fuente.

El informe de Presidencia detalla que la salida de divisas del país se da cuando el oro ingresa de contrabando a Bolivia y cuando sale de manera formal.

Las comercializadoras que operan en Bolivia, al recibir el oro de contrabando, pagan en dólares a los productores extranjeros, siendo la fuente de divisas el sistema financiero nacional que, a su vez, compra los dólares del BCB, lo que causa “una disminución directa en las reservas internacionales”.

Ya al exportar el oro, las comercializadoras reciben dólares de los compradores, pero esas divisas son retenidas en el exterior y no son depositadas en los bancos del sistema financiero nacional, según el informe, que detalla que la venta de dólares del sistema financiero al sector minero, incluido el aurífero, sumó en 2020 aproximadamente $us 1.147 millones.

Para enfrentar esta situación, el proyecto del Ley del Oro establece que todas las personas o empresas dedicadas a la producción y comercialización interna o externa del mineral “deberán transferir obligatoriamente dichas divisas a cuentas habilitadas de entidades financieras reguladas” por la ASFI.

De acuerdo con el Banco Central de la República del Perú, “Bolivia se constituye en un importante destino de la exportación (legal e ilegal) de oro peruano”. Sin embargo, “en la actualidad, no existe ninguna normativa vigente (en Bolivia) que incentive las exportaciones de oro”, sostiene el informe del Ministerio de la Presidencia.

Zaconeta discrepa. “En Bolivia, las cooperativas están exentas del pago del impuesto a las utilidades, del impuesto a las transacciones y del impuesto al valor agregado. El único pago que hacen es la regalía del 2,5%”, apuntó.

“Tenemos una legislación bastante asimétrica en beneficio de las cooperativas mineras. Por eso, se puede evidenciar que en algunas zonas donde hay presencia de operadores privados, toda la producción se registra como si fuera de cooperativas”, sostuvo. 

En su último comunicado sobre el tema, el Banco Central de Bolivia aseguró que “el proyecto de Ley 337/2021-2022 cumple con los mandatos constitucionales y legales, y responde al nuevo entorno de las modernas operaciones internacionales que realizan los bancos centrales en el mundo”.

“Lo único tangible de todo esto es que quien pierde es el Estado, porque el oro es un recurso no renovable y porque en medio de su explotación hay muchos conflictos de orden social y ambiental”, por lo que debería ser tratado en una ley integral, consideró el investigador. 

El diputado de Comunidad Ciudadana, José Guillermo Benavides, lamentó en una entrevista anterior que este proyecto de ley no aborde la explotación de oro de manera integral, ya que es una actividad que se realiza avasallando áreas protegidas y que causa la contaminación de los ríos con mercurio, además de afectar las poblaciones aledañas. Es un proyecto que se reduce a la compra de las cooperativas”, observó.

Publicado en: El Deber

Necesidad de un Plan Sectorial Minero Metalúrgico para delinear una política

En la entrevista hecha por #RadioPanamericana, explico la necesidad de la elaboración de un Plan Sectorial Minero Metalúrgico desde instancias del gobierno para que, a partir del mismo, se delinee una política minera que permita el aprovechamiento de la coyuntura de precios altos y perfile la minería nacional en el mediano y largo plazo.
Escuche la entrevista hacienco click acá