A 66 años de una “nacionalización”

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Por. Alfredo J. Zaconeta Torrico

El 31 de octubre de 1952 tiene muchos significados, diferentes miradas y actores claves, por lo mismo vale la pena continuar realizando algunas precisiones sobre esta fecha, sus causas y efectos.

El 21 diciembre de 1942 se produjo la Masacre de Catavi, punto culminante de una huelga de varios meses en las minas de Patiño: una marcha de mineros encabezada por sus esposas fue reprimida y masacrada por el ejército, entre las mujeres victimadas estaba Maria Barzola, palliri que se encontraba en la vanguardia de esta movilización.

Dos años después, en 1944, los mineros concretaron la fundación de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), alcanzando así la unidad nacional de los sindicatos mineros, de la cual destacaron grandes líderes como Juan Lechín, Federico Escobar, Irineo Pimentel, Cesar Lora entre muchos más.

La nacionalización de las minas, nace en idea, del seno de los trabajadores mineros sindicalizados, en la década de los años cuarenta del siglo pasado, la misma que se constituye como uno de los pilares de la Tesis de Pulacayo en 1946; la FSTMB aprobó este documento que permitió el avance a la independencia de clase del proletariado minero boliviano, que posteriormente se constituyó en la vanguardia de la clase obrera del país.

Pasada la revolución del 9 de abril de 1952, Víctor Paz pretendió zafarse de su palabra empeñada y no quiso concretar la nacionalización; solo la firmeza de los mineros exigió a Juan Lechín realizar una conminatoria a Víctor Paz para nacionalizar las minas, de lo contrario se vendría la segunda revolución, esta vez para sacar al MNR del poder.

Llegó el 31 de octubre de 1952 y en los Campos de María Barzola (Catavi), fue firmado el Decreto Supremo No 3223, que nacionaliza por causa de utilidad nacional, las minas y bienes de las empresas que forman los grupos Patiño, Hochschild y Aramayo.

Las minas que pasaron a dominio del Estado fueron: Bolsa Negra, Kami, San José, Colquiri, Morococala, Huanuni, Alantata, Catavi, Antequera, Colquechaca, Colavi, Unificada del Cerro Rico de Potosí, Pulacayo, Matilde, Chorolque, Ánimas, Chocaya, Oploca, Venus, Pampa Grande y Viloco, además de otras propiedades que guardaban relación con el aprovisionamiento de electricidad a estos centros mineros.

Entre 1952 y 1956 se aprueban otras normas vitales para la minería:

Nº 3037 de 12 de Abril de 1952, que crea el Ministerio de Minas.

Nº 3196 de 2 de Octubre de 1952, que crea la Corporación Minera de Bolivia.

Nº 3814 de 19 de Agosto de 1954, declarando caducas las concesiones del Mutún.

Nº 3229 de 7 de Noviembre de 1952, sobre reversión de Yacimientos auríferos al Estado.

Nº 4236 de 24 de Noviembre de 1955, declarando la reserva fiscal de minerales estratégicos.

Nº 4458 de 18 de Julio de 1956, sobre plan de reorganización de la Corporación Minera de Bolivia.

Lo que muy poco se comenta es que por esta “nacionalización”, el estado boliviano tuvo que realizar cuantiosas indemnizaciones a los Barones del estaño.

Si bien el mandato de los trabajadores mineros señalaba no pagar indemnización alguna, la presión internacional ante la sucumbió Paz Estenssoro, derivó que entre 1953 y 1961 se pague más de 22 millones de dólares; además, el Gobierno tuvo que pagar los beneficios sociales a todos los trabajadores, pago que correspondía a las ex empresas de Simón Patiño, Mauricio Hochschild y Carlos Víctor Aramayo, y posteriormente los recontrató, llegando así  la planilla de la flamante COMIBOL de 24.000 a 36.000 trabajadores en 1956.

Después de lo mencionado, surgen algunas conclusiones, entre ellas:

La nacionalización de minas de 1952 no consolidó el desarrollo de nuestro país, menos de su minería, ya que tuvieron que pasar dos décadas para que se instale la primera fundición.

Aunque de forma entusiasta muchos políticos e historiadores aseguraron que “Bolivia había alcanzado la independencia económica”, en los hechos esto no fue así, ya que nuestros minerales seguían siendo exportados en calidad de concentrados y nuestra economía continúe dependiendo del comportamiento de los precios internacionales. Si bien la COMIBOL se hizo cargo de la producción minera, las empresas de los barones del estaño continuaban detentando el control de las comercializadoras y fundiciones en el exterior del país.

Las malas decisiones que se asumieron sobre la COMIBOL, desde su fundación acarrearon a otros errores entre lo administrativo y técnico, que fueron las causales para que medidas como el Plan Eder (1956) y el Plan Triangular (1961), vayan revirtiendo de a poco la esencia de la nacionalización de las minas planteada por la Tesis de Pulacayo, que en 1986, recibió la estocada final a través del D.S. 21060, en el cuarto gobierno de Víctor Paz.

Del 31 de octubre de 1952, ¿cuánto cambio nuestra minería?, ¿qué desafíos aún restan para lograr la tan anhelada industrialización de la misma?, esas y otras dudas son las que continúan encontrando demagogia antes que respuestas a 66 años de lo que llamaron nacionalización.

Alfredo Zaconeta es periodista

PUBLICADO EN RIMAYPAMPA: http://www.rimaypampa.com/2018/10/a-66-anos-de-una-nacionalizacion.html

Cinco importantes proyectos mineros se mantienen inconclusos o funcionan a medias

El nuevo ingenio de la empresa Huanuni, Lucianita fue inaugurado en 2015 para tratar 3.000 toneladas de mineral al día, pero hasta la fecha no funciona.

El especialista en temas mineros del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), Alfredo Zaconeta, identificó al menos cinco proyectos que, pese a su millonaria inversión, permanecen inconclusos, otros no funcionan a su capacidad y hay algunos que hasta el momento no se pudieron concretar pese a la apremiante necesidad para el país.

“La última década sirvió para plantear diferentes obras, con el objetivo de solucionar las limitaciones de la minería estatal, muchas de ellas pese a concretarse, no ingresaron en funcionamiento y otros funcionan de forma parcial”, manifestó Zaconeta a ANF.

Indicó que como hace décadas, el Gobierno reitera la importancia de contar con fundiciones para brindar valor agregado a la producción minera nacional y avanzar a la etapa de industrialización, pero esa realidad aún está lejos.

Los proyectos

El nuevo ingenio de la empresa minera Huanuni, Lucianita, con una inversión de $us 50 millones fue inaugurado el 5 de febrero de 2015 para tratar 3.000 toneladas de mineral al día, pero hasta la fecha no funciona por falta de carga, agua, dique y reservas probadas.

El gerente de la empresa Huanuni, Mario Felipez, dijo a ANF que la constructora del dique de colas debió entregar la obra el 9 de octubre para hacer las pruebas de funcionamiento del ingenio, pero hasta la fecha no lo hace, por lo que está sujeta a multas.

El horno Ausmelt de la empresa metalúrgica Vinto fue inaugurado en 2015 con una inversión de $us 39 millones y diseñado para tratar 18.000 toneladas de mineral.

La producción en 2017 llegó a 12.692 Toneladas Métricas Finas (TMF). El gerente de la metalúrgica anunció que la producción para esta gestión llegaría a 12.500 TMF, “muy lejos de las 18.000 TMF planteadas”, refirió Zaconeta.

La hidrometalúrgica de Coro Coro reinició actividades en 2009, con una capacidad para tratar hasta 3.000 TMF/año de cobre. La producción de cobre de Coro Coro el 2017 fue de 1.769 TMF. La capacidad de Coro Coro no es aprovechada al 100%.

“La producción nacional de cobre el año 2017 fue de 7.129 TMF, entonces cabe hacer notar que hay negligencia en hacer cumplir el artículo 173, numeral I de la Ley Minera (535) referida a la obligación de venta que señala: ‘Los actores productivos mineros y las comercializadoras ofrecerán obligatoriamente en venta sus minerales y concentrados de mineral, primero a fundiciones o refinerías estatales y luego a las privadas en el territorio nacional…”, señaló el especialista.

Karachipampa es otro de los proyectos muy publicitados por el gobierno para que el país ingrese a la era de la industrialización minera. Pese a las múltiples inversiones realizadas, “hasta el momento no se encuentra una solución técnica para poner en marcha esta fundición de plomo y plata. La última vez que se encendió el horno fue en 2015 y en noviembre de ese año se produjo una explosión”.

Sobre las refinerías de zinc, Zaconeta agregó que cuatro fueron los intentos y cuatro los fracasos para poner en marcha estos proyectos. “A lo largo de su historia, Bolivia ha sido considerada como país estañífero, sin embargo ahora somos un productor masivo de zinc”, apuntó.

En el año 2017 se produjo 503.675 (TMF) de zinc y se exportó 471.923 (TMF) por un valor de 1.351 millones de dólares. Hasta el momento el zinc no es refinado en el país por falta de fundiciones o refinadoras.

“Este hecho ocasiona que sus acompañantes (plata, plomo, cadmio, indio, renio y osmio) sean recuperados y son aprovechados en otros países de Asia, al cual exportamos el 2017 310.928 TMF de zinc”, remarcó Zaconeta.

Publicado en Página Siete